Prefacio. La llegada a casa.
‘’
Hijo... yo... lo siento mucho... yo no
quería... es mi deber... papá y yo
tenemos que hacer un largo viaje... pronto
estaremos todos juntos, ¿vale?... ‘’ –
‘’ ¿Pero
por qué os vais?, ¿nos dejáis?, ¿nos abandonáis?... ‘’ –
‘’ Es
nuestro deber Elias... cuida de tus hermanos, y manteneros siempre unidos, como
una gran familia...por favor... prométemelo... ‘’ –
‘’
Si, te lo prometo madre... ‘’ –
18 de
Marzo de 2012.
El
taxi frenó en seco en medio de la nada. Elias despertó y se recostó en el
asiento. Miró por la ventanilla del vehículo y vio el gran bosque que
descansaba en mitad de la nada, cubierto de la espesa niebla gris que les
rodeaba. Elias se quitó el cinturón y sacó la cartera.
-
¿Seguro que quieres que le deje aquí muchacho? –
-
Si, es el sitio correcto. ¿Cuánto es? –
-
Quince libras –
Elias
le pagó sin ninguna devolución y descendió del coche. El taxista le miró
desconcertado durante unos segundos, y arrancó después. Elias persiguió con la
mirada al vehículo, y comenzó a echar de menos el calor de la calefacción. El
frío que provocaba la niebla era insoportable, y en pleno verano, aquello
parecía invierno. Elias se amarró la chaqueta a su pecho y se adentró por el
frondoso bosque, guiándose por un desgastado camino empedrado que le llevaría a
su destino.
El
camino era seco, y estaba rodeado de hojas de otoño. Las plantas se encontraban
marchitas, sin contar el desgaste y la humedad que había en el ambiente. Elias
no recordaba este lugar así, lo recordaba llena de vida y de color, no muerto y
oscuro. Se notaba el cambio de esos diez años que no pisaba ese bosque para ir
al hogar de su infancia. Donde él, junto a su hermano mayor y con su hermana
pequeña, jugaba al escondite antes de ir a cenar. Lo recordaba como si fuese
ayer cuando se escondieron la última vez antes de separarse, recordando cada
lugar, cada risa, cada mirada llena de vida; pero ahora, los tres hermanos
estaban separados, cada uno en una familia de acogida tras la desaparición de
sus padres. Elias fue acogido por una familia aristócrata del mismísimo
Londres, en cambio Isaac, su hermano mayor al que tanto berreaba, se fue con la
niñera que les cuidaba en aquel entonces; y la pequeña Selphie, la más pequeña
de los tres, la llevaron a un convento de monja. Desde el día en que se
separaron, nadie supo nada del otro, y la promesa de Elias a su madre se rompió
ese día en que todos perdieron su infancia.
‘’ Es
nuestro deber Elias... cuida de tus hermanos, y manteneros siempre unidos, como
una gran familia...por favor... prométemelo... ‘’ –
-
Madre, ¿Qué deber teníais para iros de nuestro lado? –
Elias
llegó frente a una gran puerta de acero. En ambas laterales, se retorcía dos
viejos robles, y sobre el muro, se apreciaba las pequeñas torres de la mansión
que había tras la puerta. El camino empedrado del bosque le condujo a su
antiguo hogar, la mansión de los GrindelCrowd, más conocida como la morada de las Puertas, como la
llamaba su padre en alguna ocasión.
-
La morada de las Puertas... increíble
que aún se mantenga como el último día... –
De
su bolsillo extrajo un viejo sobre con una carta reciente. No ponía remitente
ni destinatario, pero hacía dos semanas que recibió esa carta en la Universidad. Esa carta es el motivo de
que Elias esté ahí, frente a la mansión GrindelCrowd; su antiguo hogar.
‘’
Elias, necesitamos vuestra ayuda. Volved a casa. Las puertas no estarán
abiertas mucho tiempo... ‘’
Marian
G.
Elias
tomo aire y empujo la gran puerta de acero que le separaba de su hogar.
- Ya
estoy en casa para ayudaros... – dijo así mismo.
Dio
un paso en el interior del jardín, y un escalofrío le cubrió el cuerpo. La
tierra era blanda, como él recordaba, y el aroma a vainilla se mantenía en el
aire de la zona. Elias sonrió, y sus ojos se iluminaron como cuando tenía seis
años. Cegado por su repentino impulso, Elias atravesó el largo jardín y se
plantó frente a la puerta principal, de donde provenía ese olor tan maravilloso
que le recordó a las galletas de vainilla de su madre. Elias empujó la puerta,
pero no podía moverlo. Estaba cerrada con llaves. Volvió a empujar, pero nada.
Al final obtuvo por la opción más ridícula, llamar al timbre cuando la mansión
está abandonada.
-
Esto es patético – se rió de si mismo mientras presionaba el dedo en el timbre.
El sonido de las campanas resonó en el interior como eco, y en un abrir y
cerrar de ojos, la puerta se abrió sola. Entró, y el vestíbulo mostraba un
paisaje sombrío, un lugar que ha cambiado durante estos años - ¿Hola, hay
alguien aquí?, ¿Buenas? –
Nadie
contestaba a la llamada del joven, únicamente el sonido del viento contestó a
Elias en la oscuridad de la mansión. La oscuridad no le detuvo, y siguió
caminando por el recibidor, tan amplio como era antes. Las escaleras a la
planta superior ocupaban el centro de la estancia, y a los laterales, bien
escondidos tras unas largas cortinas que colgaban del techo, se accedía a la
biblioteca, donde el piano de su madre descansaba en silencio. Detrás de las
escaleras, una puerta conducía a la cocina, y más para la derecha, el salón.
Elias se encontraba indeciso hacia donde ir; la carta de su madre le
desconcertaba, y el único sitio donde podía ir ahora era su dormitorio, en la
segunda planta.
Elias
soltó un quejido. Las escaleras crujían, como si se romperían los escalones a
cada paso que daba, sin embargo, él continuaba. El largo corredor del segundo
piso le aguardaba en las penumbras, aunque los rayos del sol se deslizaban
entre la gran ventana del fondo. Había cuatro habitaciones. La primera era de
Isaac, su hermano mayor, la otra la suya, después de su hermana Selphie, y por
último la de sus padres. Torciendo la esquina, continuaba más escaleras que
accedía a la última planta, donde jamás él ni sus hermanos pisaron. Elias se
acercó poco a poco, sin embargo, la curiosidad de subir a la última planta le
tentaba. Como sus padres la llamaban, era el lugar de las Diez puertas, el único lugar que estaba prohibido pisar; pero la
intuición de Elias le llamaba, había algo en ese lugar que le llamaba
exclamando ayuda...
-
¡Suéltame! –
Una
voz gritó proviniendo del lugar de las Diez
puertas. Elias retiro la mano de la manilla de su dormitorio y fue
corriendo hacia las escaleras. Subió las escaleras a tropezones, y al alcanzar
el último piso, una luz le deslumbró por completo acompañado de un fuerte
portazo. Él intentó pestañear, y recuperó la vista en cuestión de segundos.
Frente a él descansaba diez puertas firmemente cerradas, y en el centro de la
sala, yacía una chica en el suelo.
(soy yary xd) Sublime, así lo definiría. Estoy muy orgullosa de ti, las descripiciones han sido muy buenas; lo suficientemente largas y detalladas y nada espesas. Te felicito.
ResponderEliminarVaya final! ¿Quién es esa chica? ò.Ó Intriga...
Me parece que la personalidad del protagonista me va a encantar, tiene un algo.
Sigue así campeona!
Guau esta promete mucho *-* Nos vas a dejar con la intriga en todos los capítulos ¿no?
ResponderEliminarMe encanta el argumento que lleva la historia O.O Es muy intrigante...
Jeje me encanta sigue así.
genial :) empiezas bien jajajajaj y dejas con la intriga..........
ResponderEliminarcreo que tengo una idea respecto quien es la chica jajajaj
un beso y sigue asi !!